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Sordos oyen buenas noticias

María Josefa escuchaba al médico decirle con rudeza que su hijo era sordo y le esperaba una vida muy difícil. Mientras las lágrimas brotaban, todo alrededor era ruido ensordecedor. Su esposo Manuel Antonio era militar. Para él, también la noticia fue devastadora.

María Josefa escuchaba al médico decirle con rudeza que su hijo era sordo y le esperaba una vida muy difícil. Mientras las lágrimas brotaban, todo alrededor era ruido ensordecedor. Su esposo Manuel Antonio era militar. Para él, también la noticia fue devastadora.

En la mente de ambos progenitores, de origen sinaloense, rondaban preguntas: ¿qué harían? ¿cómo guiarían a un hijo que no escuchaba? ¿podrían entender lo que el niño sentía si no podía hablar?

“Los médicos por su profesión están acostumbrados a dar estas noticias. No te lo endulzan, ni maquillan, me dijeron: a ver qué hace con él porque su hijo es sordo”, recuerda ella. Sin embargo,  el médico al observar la tristeza en el rostro de la madre, como reacción al áspero diagnóstico, recapacitó y le dijo:  ‘Mujer, puedes ir a un centro de atención múltiple  donde enseñan lenguaje para los sordos, quizás así podrías ayudar a tu hijo”.

A las personas con discapacidad visual, auditiva y de lenguaje se les enseña con la técnica dactilológica.

La familia Leyva tuvo que enfrentarse a una crisis depresiva, pero el amor y el deseo de sacar adelante a su hijo fueron la motivación más fuerte.

“Estaba deprimida, lloraba todos los días. ¡No lo asimilaba! De pronto, pensé: ¿qué estoy haciendo? ¿así no voy a ayudar a mi hijo? Me repuse y buscamos ayuda. Asistimos a un centro de educación especial para el niño. Pero lo tuve que sacar porque perdí la vista, fue muy duro. Era mucha la inseguridad al salir a la calle con él. Una vez el niño, cuando tenía dos años de edad, asustado, como pudo me dijo que un hombre nos seguía y que traía un arma. Yo corrí con él en brazos. Aunque no veía, del cien por ciento que una persona ve, yo solo tenía 7%. Después me operaron de la vista, pude ayudarlo y enseñarle más cosas”, dice Josefa.

Leobardo recuerda que era frustrante no poder expresar sus pensamientos y emociones, solía tener comportamientos agresivos con la gente porque no le entendían. A pesar de sus limitaciones en percepción auditiva y de lenguaje, desde muy pequeño mostró habilidades para el dibujo y eso también le ayuda a expresarse de forma no verbal. Hoy tiene 24 años de edad, se comunica a través del LSM (Lenguaje de Señas Mexicano) y como hobby, se ha especializado en trazar a lápiz rostros de personas.

A Leo le encanta leer la Biblia, especialmente los relatos que narran cuando Jesús curó a los ciegos y a los sordo-mudos. “Cuando yo veo como los sordos pudieron escuchar y hablar, me doy cuenta que el Reino de Dios traerá cambios, me hace muy feliz. Me emociona”, nos comentó.

Actualmente, la familia Leyva forma parte de la Congregación Cristiana de los Testigos de Jehová. Todos aprendieron Lenguaje de Señas Mexicana: ambos padres, Leo y sus dos hermanos menores. Este conocimiento les ha permitido ayudar a otras familias mexicanas que tienen a un integrante silente, para enfrentar los desafíos de la vida.

“Yo pensaba que no iba a poder, mi hijo era sordo. Pero el tiempo fue pasando, conocimos a nuestro Dios Jehová y algo cambió, empezaron a llegar las bendiciones. El niño creció y ahora es todo un hombre. Comprende el apoyo de mi esposa y mío, por amor a él. Nos mueve el querer ayudar a mi hijo y a otras personas sordas que necesitan ayuda. Nosotros ahora podemos entender a las personas sordas y a los papás de ellos, podemos ayudarlos”, añade Manuel.

Este fin de semana, la familia Leyva viajó durante 14 horas vía terrestre desde Sinaloa hasta la capital tapatía para participar en una Asamblea de los Testigos de Jehová que reúne alrededor de diez mil personas tanto oyentes como silentes, en la Expo Guadalajara.

“Están reunidas más de mil personas que son parte de la comunidad de sordos, sordo-ciegos y débiles visuales. Han venido de nueve diferentes estados, son más de 30 cuidades diferentes, todos están reunidos para escuchar buenas noticias en estos tiempos difíciles”, explicó el portavoz Carlos Huizar.

Hoy tanto María Josefa como Manuel Antonio enfrentan retos de salud. Ella es paciente oncológica y él está en espera de una intervención quirúrgica, pero sin importar cualquier diagnóstico médico, el panorama para ellos es luminoso, sostienen que están felices y satisfechos porque juntos han cumplido con su labor paterna al formar buenas personas que se preocupan por el bienestar del prójimo:

“El esfuerzo que hacemos mi esposa y yo, vale la pena. Tenemos un hijo sordo, pero es feliz y nosotros con él”, finalizó Manuel.

Dibujo a lápiz hecho por Leo

Texto y Fotos: Adriana Luna

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