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Poetisa de madrugada

Las manos y el cuerpo de Lupita se mueven involuntariamente, padece Parkinson desde hace unos años. Ella nunca tomó cursos de poesía, ni fue a escuela de literatura, de pronto una madrugada se despertó con la necesidad de escribir. ¡Va por su segundo libro de poesía!

Las manos y el cuerpo de Lupita se mueven involuntariamente, padece Parkinson desde hace unos años. Ella nunca tomó cursos de poesía, ni fue a escuela de literatura, de pronto una madrugada se despertó con la necesidad de escribir. ¡Va por su segundo libro de poesía!

“Me desperté entre las dos y tres de la mañana, tomé un papel y me puse a escribir el poema para mi madre. Ese poema representó mucho para mí. Yo le había hecho cartas a mi mamá de reproches y viejos resentimientos con ella. Sin embargo, ese día me llegó la inspiración, yo creo que del cielo, no encuentro otra razón. No le hice ninguna corrección”, nos explica.

Lupita no sabe por qué solo sintió como un fuego que le consumía el pecho y tenía que sacar mediante tinta y papel. Era como si alguien se lo estuviera dictando, no requirió ninguna corrección, como escriben los grandes de la literatura.

“Simplemente lo sentí en mi corazón. Estábamos en pandemia, era un 9 de mayo. Obvio no tenía un regalo para mi madre. No la había visto en mucho tiempo, con todo y el encierro fui y le llevé el poema. Después comprendí que era un gran regalo para mi mamá. Aunque en verdad, el regalo fue para mí porque en lugar de tener resentimiento nació en mi corazón un profundo sentimiento de agradecimiento y admiración”.

Guadalupe comprendió que aquella mujer que tenía pocos estudios académicos, trabajó arduamente para darle a sus hijos una vida mejor, una vida digna. Un extracto de ese texto dice:

La bondad no siempre se distingue

con el mismo rostro en cada mamá,

viene disfrazado de fiel disciplina,

porque sabe que formando está.

(Poema Evangelina)

En 2015, ella recibió un diagnóstico médico, padecía la enfermedad de Parkinson. Fue una noticia desgarradora, especialmente porque los médicos le enfatizaron que se trata de una enfermedad degenerativa.

“Este libro me decidí a editarlo, como gratitud para mi madre. Y porque esta enfermedad tiene muchos síntomas que te dejan acartonada, inmóvil y yo quiero que mis seres queridos y amigos me recuerden con el rostro de Destellos de un alma (el nombre de su primer libro de poesía). No quiero que me recuerden con el rostro de una enferma. Es mi legado”.

La sexagenaria mujer sólo recuerda que de niña leía poesía, pero nunca tomó cursos, ni fue a escuela de literatura, de pronto una madrugada se volvió poetisa. No para de escribir, desde entonces.

“Simplemente escribo lo que me brota del corazón. No sé de métrica, no sé de rima, recibí ese regalo, empecé con un poema y le siguieron otros cincuenta. Siento que la poesía fue un gran regalo para mí. Ya tengo material para otro libro. La explicación es que la fuente es divina”.

Conforme pasan los años, el cuerpo de Lupita ya no le responde, simplemente se mueve incontrolablemente. Sube y baja de la silla donde está, intenta acomodarse, lucha para no caerse, todo ese esfuerzo la deja exhausta.

“Trato de ser lo más independiente posible, pero los pronósticos de los doctores son negativos. Sigo con la enfermedad, trato de no escuchar los comentarios negativos. Doy gracias a mi esposo Felipe por sus cuidados, le dedico el poema Un hombre de lucha. Hemos pasado situaciones muy críticas en 30 años de matrimonio y seguimos aquí (dice sonriendo) y yo agradecida con los cuidados que se me dan. Él y mis hijos también vivieron un duelo por la enfermedad”.

Lupita se preguntaba, si las enfermedades son psicosomáticas, ¿cómo se la había creado? Con los movimientos involuntarios le cuesta triple trabajo para plasmar sus ideas en un papel.

“A veces tengo que descifrar lo que escribo porque la letra se me deforma, pero como traigo el sentimiento a flor de piel, recuerdo y traduzco mis pensamientos”.

María Guadalupe del Toro González está por concluir su segundo libro de poesía, como un legado para su familia: su madre Evangelina, su esposo Felipe, sus hijos Daniela e Ignacio, y su nieta Ivanna. Quiere ganarle al reloj, antes que el tiempo la paralice.

Viajes por el mundo,

Joyas, baile, teatro,

Todos los placeres se van acabando.

Los cambios se vienen,

nadie los espera,

Con serenidad todo se supera.

(Poema Clase y distinción)

Guadalupe no olvida la generosidad, recientemente participó en una exposición de arte literario, las ganancias de la venta de sus libros se destinaron a Una Oportunidad de Vida, A.C., que apoya a enfermos renales.

Texto: Adriana Luna / Foto: Josué Luna

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