Pepe cayó varias veces al Centro Tutelar para Menores, para muchos, él es un caso perdido. No así para el maestro Meño, quien está convencido que con un mensaje de sabiduría enviado con creatividad podría llegarse directamente al corazón del jovencito. El alumno puede absorber el mensaje, cambiar su mente y hasta la vida.
“Esos niños tienen una educación muy diferente tanto económica como social, en su familia hay adicciones, necesidades económicas, falta de amor. Eso tienen ellos: violencia. Cuando ven la realidad, estar entre cuatro paredes, ven que es muy difícil. Lloran. Se alejan de la familia y es cuando más reflexionan. Muchos tienen ganas de estudiar, de aprender y de vivir diferente”, explica el profesor.
En contraste, en las escuelas públicas y privadas por lo regular los niños viven en el seno de una familia, por muy diversa que sea, reciben mucho o algo de amor y atención.
“Cuando un niño está en un Tutelar o en ‘La Granja’, es distinto. Sí se logra una rehabilitación (social), siempre y cuando el alumno quiera. Si tiene sed de vivir y de mejorar, es como un árbol que requiere cuidado para crecer derecho. Cuenta mucho el maestro, si en verdad el docente quiere dar el cien por ciento, tiene que ponerse la camisa de maestro y dar lo mejor para que los alumnos también lo hagan. Si un maestro da un 60% ¿qué le va a dar al alumno? Un maestro tiene que ponerse primero el traje de frac. Tiene que ser buena persona, buen mexicano para poder enseñar a otros a ser grande, sea como hijo, padre o profesional”, añadió.
El maestro Meño, oriundo de Guadalajara, tiene 28 años como docente. Ha sido maestro rural, de enseñanza para adultos y durante cuatro años fue profesor en el Centro Tutelar para Menores, hoy el Centro de Atención Integral Juvenil del Estado de Jalisco, también conocido como ‘La Granja’. Pero ¿cómo llegar al corazón de los muchachos que están acostumbrados a delinquir y a vivir en situación de abuso y violencia?
“Con el teatro se pueden manejar muchas lecciones, un manejo emocional y social. Español y matemáticas se manejan de forma sencilla y noble. Hay muchas formas de enseñar, pero primero el alumno tiene que aprender a pensar, y es cuando se motiva, comprende que: ¡es tan sencillo! Solo que los maestros, a veces, somos muy cuadrados. Cuando al revés, hay que buscar, ser creativos”.
El docente siempre debe tener en su mente que tiene en sus manos la transformación de las personas y de toda una sociedad. Ese punto jamás debe perderse de vista, sostiene el profesional del magisterio. En sus clases, utiliza enseñanzas básicas, pero al mismo tiempo profundas, tanto en las clases de matemáticas, como de vida.
El maestro Meño suele dar lecciones trascendentes con el cuento de El Principito (Antoine Saint-Exupéry). Por ejemplo, en los renglones donde se cuida de la rosa: “¡sólo tiene cuatro espinas para defenderse contra el mundo!”, ahí les muestra como una persona o incluso la vida misma es tan vulnerable y efímera. Sin embargo, a pesar de todo, puede sobrevivir sólo con amor y cuidado. Claro, implica hacerse responsable de sus actos. Una flor tienes que alimentarla con aire, sol, tierra y agua para que dure mucho tiempo. Además, a veces para limpiar el alma hay que dejar salir lágrimas.
Otro punto que debiera ser vital para el Gobierno y el mexicano, radica en valorar el conocimiento de los maestros jubilados. Todo ese bagaje de sabiduría debe aprovecharse para educar a los docentes novatos, “el maestro que se jubiló tiene más experiencia que todos. La verdad que sí, hay que aprender de muchos de los jubilados, mis respetos. Hasta para enseñar el libro del Trompito, con planes, formas, técnica, el soltar la mano, el pensamiento matemático. Cada quién tiene su forma de enseñar”.
¿Cómo conocí la historia del maestro Meño? Precisamente, por ¡un acto de generosidad!
Texto: Adriana Luna / Foto: Especial