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Esperaba un bebé y nació un libro para todas

Un impacto emocional seguido de sentimientos encontrados: alegría indescriptible que desborda el llanto y una sensación de incertidumbre por sentirse incapaz para guiar otra vida, suelen tener las mujeres al momento en que aparecen dos rayitas en una prueba de embarazo casera o cuando el médico expresa la noticia a la futura madre. Llueven los consejos de todo mundo sobre maternidad, pero el silencio aparece cuando muere el bebé en el vientre materno.

Gaby recobró la alegría de vivir. Abraza a Valentina porque le permitió tener una experiencia inolvidable y ayudar a miles de mujeres a superar el dolor de tener vida y muerte en su vientre.

Un impacto emocional seguido de sentimientos encontrados: alegría indescriptible que desborda el llanto y una sensación de incertidumbre por sentirse incapaz para guiar otra vida, suelen tener las mujeres al momento en que aparecen dos rayitas en una prueba de embarazo casera o cuando el médico expresa la noticia a la futura madre. Llueven los consejos de todo mundo sobre maternidad, pero el silencio aparece cuando muere el bebé en el vientre materno.

Muchos meses y hasta años después el dolor permanece. “Cuando me preguntan si soy mamá o si tengo hijos, no sé que decir. Si digo: ‘No’, sé que miento. Pero tampoco digo sí porque no quiero hablar del tema, ni dar explicaciones”, reconoce Gaby quien pasó por la experiencia de un aborto diferido, cuando su mente ya acariciaba el anhelo de ser madre y había visto al bebé en un eco.

Como psicóloga, conocedora de técnicas para sobrellevar el duelo, se enfrentó a una situación inesperada. Todo ese conocimiento adquirido no era suficiente para darle la tranquilidad emocional o quitarle el dolor que su cuerpo sentía cuando ingirió el medicamento que le permitiría arrojar los restos de aquel pequeño embrión.

Pasó por las contracciones sabiendo que no tendría un bebé que arrullar, pasó por un legrado aspirador para dejar atrás todo. “Me metí al baño y comencé a llorar, abracé mi vientre cruzando mis brazos sobre él”, con una mente incapaz de comprender lo que había pasado.

Vez tras vez recordaba un sueño, que parecía tan real y que tuvo antes incluso de saber que estaba embarazada. Una adolescente de nombre Valentina, le dijo que ella era su mamá. Sin embargo, había un detalle que Gaby no comprendía, por qué la hermosa jovencita vestía de negro.

Ella tenía un esposo amoroso y contaba con toda una red de apoyo, pero aún así era demasiado el dolor, muy grande la pérdida. El cónyuge, familiares y amigos en ese momento no saben qué decir o cómo reaccionar.

Además, todo ocurrió en pleno aislamiento por la pandemia de COVID-19. Ella se consideraba una persona lógica, con hábitos estructurados y hambre de conocimiento, así que intentó buscar información para superar ese difícil capítulo en su vida. No encontró literatura que pudiera ayudarla. Entonces comprendió ese ‘duelo mariposa’ que enfrenta una madre cuando no culmina con éxito el embarazo. Un dolor profundo y silencioso, incomprendido incluso por ella misma.

“Es sumamente en común, más de lo que se habla, pero en la calle no ves una sola de esas cifras. No respeta edades, ni origen. Son duelos silenciosos, para evitar sentirse más heridas por comentarios faltos de empatía o entendimiento, minimizar o decir frases típicas: ‘estás muy joven, puedes tener más hijos’. Es hasta una incomprensión propia cien por ciento, asimilar lo que está pasando, resignificar la ilusión que se tenía, el cómo ya me veía. Cuando te quitan eso, ahora ¿de dónde me agarro?”, explica.

Gaby, como miles de madres en el mundo, enfrentó su propio duelo -que es diferente con cada persona y lleva diversos tiempos de proceso-. Cuando sintió que ya había superado esa tragedia en su vida, comenzaron a llegar al consultorio mujeres que habían perdido a su bebé en el vientre, pero también a padres que acudían a terapia porque no sabían cómo ayudar a su cónyuge a vivir el duelo. Entonces comprendió que parte de su misión era compartir su experiencia. Era demasiado para ser coincidencia.

Al atender en terapia virtual psicológica a personas de otras partes del mundo, se percató que sin importar su  origen, cultura, edad o situación económica, el duelo que se enfrenta es muy similar como seres humanos que somos. Parecieran vínculos emocionales que confluyen en un mismo mar.

Entonces se decidió a escribir y contar su propia e íntima experiencia. Así podría ayudar emocionalmente a alguna madre a percatarse que no está sola, que hay más mujeres que han pasado por las mismas frustraciones, incomprensión y dolor.

Al apoyarse en el amor y dar esperanza a estas mamás de que el proceso duelo puede cerrarse. Que al sanar permite convertirse en una oportunidad de reestructurarse como ser humano.

Ese libro repleto de sinceridad, escrito por una madre primeriza que con un lenguaje sencillo sumerge por completo en un ambiente íntimo y lleva al lector por toda una montaña rusa de emociones que igual arranca una sonrisa, que una lágrima.

Una historia llena de ilusión y esperanza, que lleva por título ‘Donde los mares se encuentran, la historia de un aborto diferido’.

Al final de cuentas, somos miles de mujeres las que hemos compartido una vida y una muerte, en nuestro vientre. Y seguimos de pie, con una cicatriz en el corazón rebosante de amor.

Texto:  Adriana Luna 

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