El argentino Agustín Laje creció en una familia donde sus progenitores eran trabajadores de clase media, vivían con el cinturón apretado y con esfuerzos llegaban a fin de mes. Para nada era una familia politizada, pero, él es un polémico crítico de todo lo que le rodea.
Así que cuando el jovencito les informa dejaría su carrera de ingeniería para estudiar Ciencia Política, se armó el escándalo familiar: “Yo estudié tres años ingeniería. Y me dijeron: ‘¡Estás loco!’ ‘¿De qué vas a vivir?’ ‘Aparte vas a tener que ir a una universidad privada!’ En mi ciudad, la única universidad que tenía esa carrera, era una escuela privada y ellos (sus padres) no me podían ayudar. Tuve que trabajar mucho, mientras estudiaba mucho, para poder sostener los estudios”.
Al final, la familia le brindó apoyo emocional y afectivo, pero no económicamente. Sin embargo, fue su abuelita quien le alimentó su mentalidad crítica mientras le cocinaba sopa de letras.
“Quien me dio un consejo de vida que nunca lo voy a olvidar fue mi abuela. Siempre iba a comer a su casa después del colegio, conversábamos mucho porque no había televisión. La conversación típica era: ¿qué viste hoy en el colegio? Yo le contaba. Así que ella me indujo a pensar críticamente”, recuerda.
La sabiduría de la abuela siempre aderezaba el platillo en la mesa, todavía no sabe, cuál era el más sabroso, pero definitivamente era el platillo principal. Laje recuerda que una tarde, la abuela le dio un consejo que quedó grabado en la mente y el corazón del muchacho y sigue vivo hasta hoy.
“Un día me dijo: ‘Lo más importante es que sobre todos los temas sociales o políticos, escuches las dos campanas y luego saques tus conclusiones’. Ese consejo me llevó a obsesionarme con ciertos temas, tratar de escuchar todas las campanas posibles para poder formar opinión, porque si no, te quedas preso de una única opinión que termina creyéndose como propia”.
La inteligencia de un niño u adolescente no depende de las calificaciones en una boleta, sino en la absorción del conocimiento que le rodea y de la toma de decisiones.
“Yo siempre fui un alumno mediocre. No era un tragalibros que sacaba 10 en todas las materias. Siempre he estudiado mucho lo que a mí me han interesado: determinado período de la historia, filosofía práctica, ciencia política, sociología, antropología. Yo formaba mi opinión propia y cuando la compartía veía que en el curso se generaba un ambiente muy tenso, que los profesores no aceptaban de buena gana que el alumno pensara por sí mismo. Eso era como gasolina para mí, ¡reservaba energía para seguir haciéndolo!”, reconoce.
Sus primeros debates se dieron en el colegio cuando tenía unos 15 años de edad. Había ciertos conceptos que no cuadraban.
“Cuando yo planteaba esas dudas, como eran temas que generaban sensibilidad política, causaban gran malestar en el cuerpo docente. Eso me indujo a empezar a leer mucho, y cuando empecé a formarme como autodidacta, percibí ciertas mentiras que se decían en el colegio y eso me reveló los pros y contras de las autoridades. Así comencé a debatir y debatir. Eso me acompaña hasta el día de hoy”.
Agustín Laje se convirtió en escritor, aborda temas polémicos en la sociedad moderna, lo que le ha generado un público fiel pero también detractores. Recién publicó el libro Generación idiota, en el que critica a la juventud que se alimenta de redes sociales para visualizar sus opiniones y su futuro.
“El político quiere ser amado por la mayoría de gente. En mi caso no necesito ser amado por la mayor parte de la gente, solo necesito decir lo que pienso y el vehículo es la pluma. Siempre va a haber gente que le guste y a la que no le guste. Yo lo que busco es ser genuino”
“Los jóvenes basan su opinión sobre lo que piensan los influencers o personajes de la farándula. Por ejemplo, ¿qué dice Miley Cyrus sobre el aborto? ¿qué dice Bad Bunny sobre los estereotipos de género? Yo no opino de lo que no sé. Hay un montón de campanas. Uno tiene el derecho de formarse oyendo a todas las campanas y después sacas tus conclusiones. El problema es cuando lo haces viendo TikTok o lo que ves en las revistas de espectáculos”.
Insta a las nuevas generaciones a leer sobre los temas que les apasione, absorber conocimiento sea en libros o en aparatos digitales, meditar y forjar su propia opinión.
“En redes sociales lo que hago es tratar de impulsar mis libros y videos que suelen ser un puente para que se lean mis libros, con títulos polémicos. Trato de ser un escritor políticamente incorrecto. Tengo la teoría de que la gente está autocensurada por la espiral del silencio. La gente piensa de una manera, pero no se atreve a decirlo porque cree que la mayoría no piensa como ella. Entonces está autocensurada. Yo trato de decir lo que pienso para que otros opinen y hablen”.
Lo que antes para Agustín Laje era un ‘hobbie’, opinar sobre lo que le rodea, ahora es un oficio, una profesión de vida. Aquel niño que se alimentaba con sopa de letras de la abuela se volvió escritor, politólogo y conferencista.
Texto: Adriana Luna