El regiomontano David Herrera era un lector apasionado, pero jamás se imaginó en convertirse en un escritor profesional. La pandemia literalmente lo retó. Se volvió poeta y novelista, para sorpresa propia.
Cuando estaba en la universidad, estudiando a Licenciatura en Ciencias de la Comunicación era un devorador de libros. “Yo disfrutaba de leer, era una de mis actividades favoritas. Fue a raíz de la pandemia que se dio esta necesidad (de escribir). Siento que varios teníamos esa necesidad de distraernos, sobrepasar los momentos que estábamos viviendo, y en mi caso fue a través de la escritura. Empecé a desarrollarme profesionalmente”, nos explica.
Fue gracias al COVID-19 que se dejó llevar en busca de nuevas experiencias y “escribir para mí ha resultado muy benéfico con respecto a muchas cosas personales. Me ha servido como una herramienta catártica. Encuentro en la actividad, una forma de introspección muy interesante”.
“El niño con cuernos”, “Lo que construimos”, “Esto no es un poema” son algunos de sus libros. Ahora presenta ‘Mis labios recuerdan’, su primera novela (Editorial Planeta). David ha encontrado en la escritura una herramienta catártica.

“Sí, la verdad yo jamás me pensé como escritor, en mi vida, hasta que empecé a hacerlo. Desde entonces, me veo haciendo y dejando de hacer muchas cosas, pero jamás dejando de escribir. Es una expresión artística que va enganchando a más personas. Buscamos nuevas formas de expresarnos, de conectar con el resto de las personas y de la sociedad o con nosotros mismos. La literatura es una herramienta muy útil para eso… Me gusta mucho la narrativa y la poesía, son los dos géneros que más me apasionan”, añadió.
Su primera novela aborda la historia de Tadeo, un jovencito que sólo pensaba en conquistar a Sandra, la chica de sus sueños, cuando en una fiesta escolar lo retan a besar a Sebastián. La curiosidad y el no saber decir no, terminó cambiándole la vida. Esta historia, aunque lleva sólo unas semanas de haberse publicado, varios lectores reconocen sentirse acompañados durante su proceso personal con el romance juvenil.
En una narrativa ágil y sencilla, el escritor envuelve a sus lectores en un ambiente de incertidumbre, pero sobre todo les da la libertad de encontrar su papel en la historia e incluso en el final.
“Algo que busco con mis libros es no subestimar al lector, tiene la capacidad de crear a partir de lo que está consumiendo. Es muy importante fomentar a través de los proyectos literarios que el lector tenga esa libertad de posicionarse en las situaciones de los personajes a partir de la ficción, de experimentar sensaciones, emociones, experiencias”
“Justamente un poco era la necesidad de que el libro terminara de una forma más amable, por el hecho de las situaciones que yo tenía con esta historia y el tema de que era un romance. La idea fue un romance lindo que pudiera conectar de una forma amable con el lector. Por eso me fue necesario crear dos situaciones paralelas, que suceden en diferente tiempo y creo que le dan un buen cierre al libro”.
El joven que no pensaba volverse escritor, se ha encontrado con que todavía no termina de escribir un libro cuando le surgen a borbotones ideas nuevas para diversos proyectos en los que ha comenzado a trabajar.

“Yo siempre estoy pensando en proyectos nuevos. Ahora estoy pensando en un poemario y estoy trabajando en una novela nueva. Uno como escritor tiene ideas que van naciendo a partir de los proyectos que va trabajando. Sí hay más ideas que trabajar y proyectos que realizar. Soy muy creyente que la inspiración no es algo que llega, es algo que se busca. Uno tiene una idea y conforme la vas desarrollando, la trabajas y comienzan a surgir nuevas ideas. Es muy importante este ejercicio de guardar, de memorizar, de anotar las ideas que van surgiendo conforme los proyectos se van creando para tener más intenciones que proyectar”
Dejar volar la imaginación le está generando historias novedosas, relatos que le permiten crear realidades alternas.
“Es una necesidad, que no he pensado pero que siempre está ahí: buscar una escapatoria, pero al mismo tiempo abrazar la realidad a partir de la ficción y a través de la poesía. Hasta ahorita siempre he terminado encaminando mis proyectos hacia esa orilla: la esperanza. Poder imaginar que algo bueno va a pasar y tener fe que eso va a suceder”.
David todavía disfruta de buena lectura, pero ahora su mente está enfocada en crear y en cambiar el futuro, ya sea propio o en colectivo. Se ha hecho consciente de que puede influir en los pensamientos de terceras personas.
“Uno siempre tiene en sus manos la capacidad de definir el destino. Así como somos capaces de leer y de escribir historias, somos capaces de trabajar nuestra propia historia de vida. Creo que el dar estas historias esperanzadoras, puede volver un poco optimista al lector, tomar un poco las riendas de sus decisiones como sucede con los protagonistas del libro. Tomar un poco las emociones, las experiencias y la vida en sus manos para poder forjar algo esperanzador”.
Así descubrió que mientras las personas disfrutan de un libro, pueden sentirse acompañados, y la historia les puede transformar sus pensamientos en energía positiva que les permitirá transformar su vida.
Texto: Adriana Luna / Foto: Especial