Francisco Javier Silva Flores era un estudiante brillante, se graduó como licenciado en Administración de Empresas. Su innegable talento le permitió comenzar a trabajar cuando todavía estaba en la universidad. Era imparable: viajes constantes, jornadas extenuantes, reuniones, proyectos, dinero. Una noche todo cambió.
“Antes de que me graduara comencé a trabajar, iba a cumplir 21 años. Llegué a una subdirección regional. ‘Workaholico’ a más no poder. Mal comía, mal dormía, viajaba mucho, me cuidaba poco”, nos explica.
Su carrera profesional iba en ascenso permanente. ¡Por fin podría disfrutar de la vida que siempre había anhelado! Trabajaba para una institución bancaria en el área de Afores, sólo se concentraba en ganar dinero:
“Me iba muy bien. No supe valorar esa parte. Era un adicto al trabajo, ‘workaholic’ a más no poder. Solo me interesaba tener dinero en mi bolsa, tener el mejor vehículo. Me subí a un granito de sal y me mareé. Mi sistema inmune bajó, fui susceptible a que entrara ese virus a mi cerebro. Fue de la noche a la mañana, me acosté viendo y desperté sin ver. Ahí comenzó el viacrucis”.
Francisco perdió la vista hace 17 años a consecuencia de un virus oportunista, tenía 36 años de edad. El estrés que sometía a diario su cuerpo le cobró factura, no pudo combatir al invasor.
“Entré al hospital con una hemiplejía, la mitad de mi cuerpo no la sentía. Perdí totalmente la vista, afortunadamente sólo se comió la vista. Había tres escenarios: dejar que me marcara, me fortaleciera o me destruyera. Es cambiar tu mente, resetearte, cambiar el ¿por qué a mí? Por el ¿para que yo?”.
La enfermedad apareció en abril del 2006. Sin embargo, para enero del siguiente año ya estaba activo laboralmente. Tuvo siete u ocho meses de duelo por no saber qué iba a suceder con su vida pero como era su costumbre se concentró en su trabajo:
“La industria electrónica me abrió sus puertas. Comencé a trabajar. ¡Fue lo mejor que me pudo haber pasado! Terapia ocupacional. Hoy trabajo de manera independiente, acabo de dejar la vida laboral tipo godín, ahora voy a emprender. ¡Estoy convencido que voy a ser un gran empresario! Entendí que la vida no exigía tanto de mí, ni tanto sacrificio, ni tanto trabajo, sólo me exigía ser feliz con lo que tuviera y con lo que no tuviera. Para mí la calidad de tu actitud, el optimismo, garra, disciplina sin duda alguna y salir a la calle a romper paradigmas”.
Francisco hoy está casado en segundas nupcias. Este mes de octubre cumple su séptimo aniversario y está totalmente enamorado de su esposa Alejandra.
“Tengo dos hijos adolescentes. Soy divorciado y vuelto a casar. Con Alejandra mi esposa, felices de la vida. El pasado ya pasó, vivimos el instante-presente, el futuro ojalá y que venga”.
Hoy a sus hijos y a todos los muchachos que van a comenzar sus estudios superiores y decidirán cuál será su labor profesional y programan su plan de vida, Francisco les tiene un consejo vital:
“El mejor consejo es no dejar de perseguir tus sueños. La vista que permite alcanzar objetos, la encuentras en tus ojos; pero, la visión que te permite alcanzar tus más grandes metas esa la encuentras en tu mente y en tu corazón. Hay que ser incluyentes para abrir muchas puertas”
“¡Perder la vista despertó mi mente, por supuesto! Aunque hay ojos, a veces no sirven de nada con cerebros ciegos. Para mí fue una gran sacudida sin duda, para poder reaccionar, fue un billete de lotería que decía: discapacidad. Sólo así entendí la vida de otra manera, ví la vida desde otra perspectiva. Hay ojos que no sirven de nada para cerebros que están ciegos. Tienes ojos, pero si tu cerebro está ciego de nada te sirve. Además, si el mundo fuera de ciegos, casi nadie juzgaría porque aprendes a ver esencias, que es lo más valioso que tenemos como personas”.
Francisco trabaja en un plan de negocios, siempre enfocado a la vinculación laboral y el descubrimiento de nuevos talentos. Juega tenis para ciegos y le encanta. Sus ojos quedaron en oscuridad, pero su mente se iluminó para que encontrara su propósito y la felicidad de vida y debida.
Texto y fotos: Adriana Luna
Josué Luna
octubre 3, 2023 at 1:24 am
Excelente historia y gran mensaje.
Felicidades Adriana, como siempre una gran historia.