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Pío con parálisis cerebral y sin hablar, enseña amor

“Soy Pío no veo, no siento, no escucho”, eso decía el mensaje de presentación que tenía un niño y que leían quienes visitaban Hogares de la Caridad. El niño con parálisis cerebral había sido violentado desde el vientre materno.

“Soy Pío no veo, no siento, no escucho”, eso decía el mensaje de presentación que tenía un niño y que leían quienes visitaban Hogares de la Caridad. El niño con parálisis cerebral había sido violentado desde el vientre materno.

“Su rostro era de tristeza. MI hijo mayor tenía un proyecto de escuela a favor de la Casa Hogar, ahí se dio cuenta de la necesidad de amor que había. Él hizo la invitación a la familia para ir. Mi esposa y mi hija fueron a ayudar. Así poco a poco fuimos involucrándonos y conociendo más a Pío”, recuerda José Luis.

Araceli y José Luis tenían casi 30 años de matrimonio y habían procreado a cuatro hijos. Tenían trabajo satisfactorio y una vida familiar feliz. Poco a poco, Pío fue conquistándolos sin una sola palabra. Él sabía claramente el horario en que llegaba algún miembro de la familia a visitarlo.

“Nos preguntábamos ¿cómo era posible que él estuviera ahí? Lo empezamos a apoyar. Toda la familia se involucró. Lo acompañamos en sus cirugías. Después iba de visita a casa. El padre Alejandro, en Hogares de la Caridad, nos preguntó: ‘¿por qué no se quedan con él?’. Entonces ya se quedaba en casa los fines de semana y los diciembres. Finalmente, dijimos que sí. Fue un proyecto de vida, de familia. Ha sido lleno de bendiciones. Para mí es gratitud tener a Pío”, añade el jefe de familia.

Pío permanece postrado en una silla de ruedas, su parálisis cerebral le impide moverse o hablar, sólo puede mover levemente las falanges de sus manos. Así comenzó la comunicación con los miembros de la familia.

“A través de la convivencia diaria se estableció el código de comunicación. Aunque no habla, sí sabe expresarse, con su mano pide cosas, señala cosas. A su manera pide su comida, su leche. ¡Le encanta la música! Tiene gusto variable, le gusta todo, la música moderna que escuchan mis hijos, le gusta ¡hasta la cumbia! La familia se ha transformado totalmente. Con Pío son cinco hijos”, nos comentó Araceli tras recibir oficialmente los papeles de adopción.

¿Qué aprendió la familia con Pío? ¿Cómo un niño con parálisis cerebral se ganó el cariño de todos? ¿Qué les ha enseñado su hermanito menor? Con una sonrisa en el rostro y sus ojos llenos de amor hacia él, mientras le apretaban su mano y le acariciaban, algunos miembros de esta familia nos abrieron su corazón:

“Me admira de Pío el querer vivir cada día. ¡El ansía vivir, lo hace con mucha vehemencia! Eso me inspira, me ayuda y me hace crecer”, subraya José Luis, el papá.

«En el DIF Guadalajara, José Luis y Araceli recibieron sus papeles como padres adoptivos de Pío».

“Ha sido una bendición. Un regalo de la vida. Ha venido a transformarnos. Nos enseñó a ser más sensibles. Ubicarnos en el mundo. A los muchachos les enseñó: arrojo. A pesar de la adolescencia que estaban viviendo (hace 12 años que llegó a su vida) sabían que había la necesidad de ayudarlo y todos cooperaron y contentos”, destaca Araceli, la mamá.

“Pio me ha enseñado qué es el amor verdadero. Me ha enseñado a no ser el centro de atención, y que puedo encontrar vida y puedo encontrarme a mí misma”, dice su hermanita Vania.

“Pio me ha enseñado a disfrutar las cosas simples de la vida. No necesitas hablar o dar muestras físicas de cariño para sentirte amado”, Alejandro, su hermano.

Hoy José Luis y Araceli tienen 40 años de casados y tienen cinco hijos, nunca imaginaron ser tan felices. Por cierto, la carita de Pío hoy es de tranquilidad, refleja felicidad. Es evidente el amor que hay en la familia.

Cabe mencionar que sólo uno de cada 10 niños que son huérfanos y padecen de alguna discapacidad física, motriz o intelectual suele ser adoptado por una familia.

Crédito de Fotos y texto Adriana Luna

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