Miguel Ángel Suárez Álvarez dejó su tierra natal Etzatlán, Jalisco porque tenía hambre de estudio. Su padre que era mecánico de profesión y su madre ama de casa, veían al niño desmontar aparatos radiofónicos mientras tapaba las bocinas con banderines para entretenerse innovando, así que le permitieron vivir en Guadalajara con su abuela para que cumpliera su sueño de estudiar la preparatoria y volverse arquitecto de profesión.
Tenía que ganarse la vida. Era el hermano mayor, sentía un enorme compromiso de convertirse en alguien de bien, poner buen ejemplo y ayudar a la familia de 10 miembros. Así que comenzó a trabajar como maestro. A los 26 años de edad empezó a dar clases en la recién construida Preparatoria 12 de la Universidad de Guadalajara. De inmediato, se percató que esta otra pasión lo cautivaba: la docencia.
“Me dediqué a la academia porque me encantó el contacto directo con los muchachos que es maravilloso. Ellos te inyectan energía y sabiduría. Cuando empiezas a impartir conocimiento, ellos lo superan”, nos cuenta.
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Durante las vacaciones de verano el niño se iba a Estados Unidos a trabajar en restaurantes o en la pizca de durazno, ahí comprendió que los estudios y la cultura del esfuerzo cambian la vida de todo joven.
“En los campos para la pizca de durazno duré 15 días, es un trabajo arduo. El clima era muy helado. Amaba a mi familia, sabía que tenía que estar con ellos”, recuerda.
Aprendió inglés y aunque le ofrecían la oportunidad de nacionalizarse norteamericano, él decidió regresar a México y enfocarse en compartir sus conocimientos a la juventud.
“La educación media superior era una forma de compartir los conocimientos adquiridos. Mi primera asignatura fue Resistencia de materiales, me sentía como pez en el agua. Dar clases es alimento al alma, durante 35 años estuve en las aulas. Son 70 generaciones, ¡era padrino cada semestre! Tengo infinidad de alumnos y amigos”.
Posteriormente, le asignaron también la materia de Literatura. Él no quería que su clase fuera aburrida, con frecuencia se preguntaba cómo animaba a sus alumnos a penetrarse en el maravilloso mundo del arte y la cultura. Tenía concursos de oratoria y semanas culturales, con obras teatrales en español e inglés. El docente decidió llevarse a los muchachos impecablemente vestidos, a los conciertos y obras de teatro que se presentaban en el Teatro Degollado.
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“Tuvimos prestigio como Preparatoria 12, nos apartaban las mejores localidades. Los llevaba a conocer el mundo, a escuchar a la Orquesta Filarmónica. ¡Los muchachos encantadísimos! Uno me dijo: ‘maestro, gracias a usted tengo ocho trajes’. He tenido la fortuna de ser maestro de comunicadores, arquitectos, abogados, etc.”, dice el profesor que se deleita cuando sus ex alumnos lo reconocen en la calle.
Estudió Maestría en Aprendizaje para tener más herramientas de apoyo catedrático. Recuerda que solía abogar por los jóvenes para que no les aplicaran el 33, porque ellos tenían que estar estudiando, no ser expulsados por materias reprobadas sin conocer sus circunstancias particulares.
“Algunos llegaban mal comidos, yo traía cajas de galletas y se las devoraban en unos segundos. Yo veía en ellos ganas, actitud. Tuve la fortuna de rescatarlos de ese artículo 33. Un maestro me cuestionó ‘¿por qué abogas por ellos si son pura basura?’. Yo respondí que sí valía la pena. Tiempo después me encontré con uno de esos exalumnos, ahora era el abogado general del IMSS en Jalisco”, cuenta mientras sus ojos se iluminan.
El maestro Miguel Ángel dejó huella en sus alumnos, les daba lecciones de vida, de economía personal. Todavía sigue en contacto con varios de ellos y su amistad vale más que el oro. Entre risas hace la suma y comprende que fue padrino de infinidad de generaciones. Él considera que los alumnos no cambian.
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“Siempre fui innovador. Me tocaron alumnos extraordinarios. Tenía clases desde las 7 de la mañana, les daba tolerancia de 30 minutos en la llegada porque los muchachos eran humildes, andaban en camiones. Es el maestro quien debe interesarlos. Me tocó impartir los inicios de Tecnología de la Información, con aquellas computadoras antiguas, de 50 aparatos, 25 no servían. Uy, se les iluminaba la cara cuando veíamos su casa en los mapas satelitales. La clase duraba tres horas y había alumnos que no se querían salir”.
Les decía que en el Internet encontraban hasta la forma de hacer una bomba atómica, por lo que debían tener cuidado con lo que aprendían. Esa enseñanza sigue vigente hoy en día, con jóvenes hiperconectados.
“La prepa fue mi primer hogar, aquí me la vivía siempre. Tenía clases temprano de lunes a sábado. Mi segundo hogar era mi casa. Hoy estoy jubilado, veo que algunos maestros reciben 500 pesos mensuales y otros 50 mil, ¡todos dimos la vida por nuestros muchachos y nuestra institución! Algunos no tuvimos la oportunidad de escalar en el escalafón, estábamos inmersos en dar clases de asignatura. Yo siento que eso está un poco desequilibrado, esa sería mi petición a la futura rectora Karla Planter, que volteen a ver a los profesores de asignatura que sacan adelante la educación”.
El maestro Miguel Ángel agradece al actual director de la Preparatoria 12, el Mtro. Rubén García Becerra porque no ha abandonado a los maestros jubilados, siempre los procura para que sigan aportando experiencia.
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“Son 32 años. Espero que todos valoremos nuestra Preparatoria, con una infraestructura más actual, vocacionada para la actividad académica y deportiva. Anteriormente se tenían sólo dos canchas, ahora tenemos áreas para convivencia y actividades deportivas. Había aproximadamente cinco mil alumnos, hoy tenemos 5,200 pero hemos llegado a tener 6 mil alumnos. En su momento fuimos la escuela con mayor número de alumnos, hoy somos la tercera preparatoria más numerosa de la Universidad de Guadalajara con chicos de colonias populares”, subraya García Becerra.
“Socializo mucho en la Prepa 12. Las instalaciones me gustan porque son muy grandes, los maestros son empáticos, pueden llegar hasta a ser tus amigos. Me encantan las materias. Me gusta estar en las bancas grises, es donde paso la mayor parte del tiempo, en las áreas verdes. ¡Es un lugar seguro!”, explica Lizda Arce, quien cursa 5to. semestre y es consejera estudiantil, integrante del CUEMS y del CGU. Le emocionó formar parte del proceso de elección de Karla Planter como rectora universitaria. Está convencida que la Preparatoria 12 es el mejor lugar para forjarse un futuro.
El 27 de febrero del 2025, la Preparatoria 12 festejará su XXXII Aniversario, se incluye la carrera MIZTLI de 5 kilómetros, participarán alumnado, egresados, maestros y personal operativo. Se recodarán momentos especiales de una de las escuelas más tradicionales de la UdeG, que ha formado a miles de profesionales que hoy transforman la sociedad tapatía.
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Texto: Adriana Luna / Fotos: Marco Antonio Parra Gómez y Joel Nuño Ramírez