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Dacia Maraini, la mujer que sobrevivió a la guerra y a la injusticia

Dacia Paola Maraini era una niña cuando se enfrentó al cruel rostro de la guerra, estuvo tres años en campos de concentración. Ella no entendía por qué la maldad podía escalar al grado de arrebatar la vida a niños y adultos.

Dacia Paola Maraini era una niña cuando se enfrentó al cruel rostro de la guerra, estuvo tres años en campos de concentración. Ella no entendía por qué la maldad podía escalar al grado de arrebatar la vida a niños y adultos.

Durante la Segunda Guerra Mundial en su niñez era inconcebible las atrocidades que un humano perpetraba contra otro, solo por una condición, nacionalidad o ideología diferente sin tener remordimiento alguno. Nació en ella un sentido natural por la justicia.

“Yo viví como prisionera en un campo nazi. Sí tiene un fuerte impacto en la vida. La guerra es una experiencia única, absoluta, te muestra la fragilidad de la vida. Cada noche me sorprende estar viva. La guerra hace una división muy clara entre la bondad y la maldad. Los buenos son los amigos y los malos los enemigos, sin embargo, la vida real, la vida diaria no es así, hay relaciones entre países y culturas. Independientemente si hay muertos o no, siempre daña la identidad”, nos explicó.

Ella nació en Fiesole, Italia. Recuerda que su padre Fosco Maraini, de profesión etnológo siempre le decía que “cada injusticia hecha en el mundo tiene que ver conmigo. Esto me creó un sentimiento político en torno a la democracia, la pobreza, y, sobre todo, de las injusticias recibidas por las mujeres. Entendí que tenía que ver con todo el mundo, especialmente cuando el mundo es patriarcal”.

En 1938 se volvió migrante, su familia se mudó a Japón. Una cultura totalmente diferente a lo que había visto, pero también un lugar donde también la mujer es sometida. Poco a poco en ella nació naturalmente un deseo por ayudar a las mujeres. Al crecer se volvió poeta, novelista, dramaturga y guionista cinematográfica, a la par de ser una promotora del fenómeno feminista.

“Después con el feminismo hubo muchas leyes a favor de las mujeres. En Italia como en otros países europeos las mujeres han alcanzado derechos iguales al varón, pero hay otros países en donde la mujer ni siquiera puede estudiar, debido a un fanatismo religioso”, añadió.

En la postguerra regresó a Italia. Era una adolescente cuando se sumergió al mundo literario mientras trabajaba de archivista y periodista. Posteriormente, como escritora descubrió en la novela una forma de hurgar en su pasado, exhibir el presente e influir en el futuro. En 1962 publicó La vacanza (Vacación), al año siguiente L’età del malessere (La edad del malestar) y llegaron los premios internacionales de literatura y el triunfo no la ha soltado.

Dacia es de la ‘generación de los años treinta’, así que le tocó vivir cuando la mujer no podía votar y a veces ni siquiera expresar sus pensamientos. Hoy, cuando las mujeres sí tienen derecho a votar, deciden no ejercerlo, esto para ella es una incongruencia.

“La mujer ni puede estudiar, hay ese problema del fanatismo religioso. Los jóvenes en Italia no votan porque no creen en la política en lo general. El partido que está representando una minoría de la gente. Es un gran problema. Porque es confiar a otro nuestro destino, nuestro futuro. Votar significa participar, hemos hecho muchas luchas para votar. Es contradictorio que tengas el derecho de votar y no lo aproveches”, dijo contundentemente.

Le preguntamos específicamente por el caso de Italia que nunca ha tenido una mujer en el poder.

“El caso de Italia es único porque simbólicamente el hecho que una mujer como presidenta tiene mucho significado, la mujer que está en poder esta en la derecha. Su política es un poco contradictoria porque en teoría tendría que favorecer a la mujer pero ha hecho lo contrario cortando los fondos, dinero a las casas que acogen a las mujeres que han sido violentadas. Representa una contradicción. Representa a la mujer tradicional italiana”.

La plática con Dacia Maraini en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara cada segundo mostraba a una mujer repleta de sabiduría, cariñosa, inspiradora. Observa como han cambiado las mujeres, hoy ya no desean casarse, tampoco ser madres, tienen derecho a votar y deciden no hacerlo, viven la virtualidad y se pierden la vida real.

“Tenemos que enfrentar el cambio con inteligencia. La tecnología tiene una parte positiva, pero hay que concientizarse porque los aparatos se modernizan y el humano se queda un paso atrás. La inteligencia artificial se necesita la inteligencia humana creativa. Puede ayudar al bienestar en general, pero siempre tiene que estar primero la inteligencia humana”.

Texto:  Adriana Luna  / Fotos: Cortesía

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