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¡El toro de lidia es mi dios!

Juan Palacios tenía cinco años cuando se brincaba al potrero para jugar con el ganado, especialmente los becerros. Vivía en el pueblito ecuatoriano llamado Píllaro (en Ambato), famoso por su apasionada cultura a favor de la tauromaquia. Hoy se apoda ‘El Pantera’ y se propone revolucionar el arte taurino.

Juan Palacios tenía cinco años cuando se brincaba al potrero para jugar con el ganado, especialmente los becerros. Vivía en el pueblito ecuatoriano llamado Píllaro (en Ambato), famoso por su apasionada cultura a favor de la tauromaquia. Hoy se apoda ‘El Pantera’ y se propone revolucionar el arte taurino.

“Yo vivía enfrente de una ganadería. Yo veía cuando los ganaderos se iban y me brincaba a los corrales y trataba de torear a los animales. A veces me caía y llegaba a la casa con la ropa llena de lodo o dañada por los alambrados de la cerca, entonces me preguntaban ¿dónde andabas? Yo les decía que: jugando. Pero luego se daban cuenta y me castigaban no dejándome salir”, recuerda con ojos brillantes, contrastando el color negro de su piel.

En ese tiempo, Juan estudiaba preescolar y tenía que hacer sus deberes, que consistían en hacer la tarea y barrer el patio de casa, para después poder salir a jugar con sus amigos y obviamente, los toros. Era tan frecuente que brincara a los corrales que pronto llamó la atención del dueño ganadero José Luis Cobo. Años después, este lo invitaría a ser recortador (torear a cuerpo limpio, sin capote).

“Él miraba que cuando entraba al recorte siempre cogía la muleta y quería dar capotazo a la vaca. Entonces me dijo te voy a regalar una muleta si le das diez pases parado a la vaca. ¡Lo hice y me la regaló! Tenía 18 años y me propuso en 2021 venir al cartel que organizaba, ahí comenzó mi carrera como becerrista profesional”.

Juan proviene de una familia integrada por cinco miembros: su mamá, tres hermanos y él. Los recursos económicos no abundan, su madre es trabajadora en el área de cocina en un restaurante. Él no sueña con ser famoso, sólo quiere convertirse en matador profesional, disfrutar su pasión por los toros y comprarle una casita a su progenitora.

Para participar en los eventos taurinos pedía dinero prestado para el traslado en camión y con su trabajo como banderillero ganaba dinero y regresaba a pagar de inmediato su deuda. El veinteañero reconoce que suspendió sus estudios de bachillerato para seguir su pasión, obtuvo una beca para asistir a Citar, Escuela Superior de Tauromaquia. Fue ahí donde aprendió los movimientos básicos del arte taurino: la verónica, el derechazo, el natural, pase de pecho, entrar a matar y banderillas.

“Ahí comencé a ver que mi carrera tomaba un rumbo profesional. Eso era lo que necesitaba y lo aproveché, toreé varias clases prácticas en España. En Francia fue mi debut con caballos. Toda una experiencia espectacular, poder entrar a una plaza romana antigua. Miré la plaza y estaba hermosa, al pasar por el túnel imaginé como salían de las jaulas los leones. Y les dije: ¡escóndanse porque ahorita va a salir ‘El Pantera’! Y todos se rieron”, añadió.

Juan está de visita en nuestro país para seguir aprendiendo de los toreros mexicanos, tuvo que vender su computadora portátil para conseguir el pasaje. Las adversidades, a veces pasar días sin comer, han valido la pena porque ha recibido consejos invaluables de los maestros Eloy Cavazos y David Silveti. Su máximo sueño es ser como Juan Belmonte.

“Belmonte revolucionó el toreo, comenzó muy joven y en su avanzada edad cuando vio que  ya no podía montar un caballo y torear, se suicidó. Yo quiero ser un torero que revolucione la tauromaquia en el tercio de banderillas, que es mi fuerte, y si se puede en los tres tercios.

Me pregunto qué será cuando tenga yo algún accidente o por mi edad ya no pueda torear ¿qué voy a hacer? Para esto nací”.

Para Juan Palacios ‘El Pantera’, hoy novillero, el arte de torear es la dignificación del animal sagrado.

“El toro de lidia es mi dios. Es lo mejor del mundo, me ha dado todo lo que tengo.  Es para mí un animal sagrado, lo quiero y lo respeto mucho, por eso me juego la vida en su cara, para que no se muera como un toro más. Nunca será un toro más porque es un toro bravo, tiene que morirse como tal, con respeto y dignidad. El toro de lidia vive en un espacio grande y en su hábitat natural. No lo atamos para matarlo, no lo electrocutamos, ni lo matamos de espaldas, lo retamos de frente y en ese momento, en la suerte suprema el riesgo es igual o muere el torero o mata al toro. Es una muerte digna de uno u otro. Para eso nací, no puedo traicionarme. Y el indulto es el momento cumbre del toreo, el triunfo que todos esperamos tener, perdonar la vida al animal excepcional por su valentía y su bravura. Que termine sus días rodeado de vacas transmitiendo su bravura a sus hijos”.

En su espectáculo, ‘El Pantera’ se gana el cariño del público con su alegre estilo y con su brinco característico que ha denominado: las panterinas.

“Es un par de banderillas que popularicé. Brincar al toro con banderillas. Es mi aportación, con ello España me conoció. Mi sueño es abrir la puerta grande de Madrid, Sevilla y la plaza que me pongan. Al torear soy el hombre más feliz, siento que nací para torear. Quiero hacer carrera y comprarle a mi mamá una casita”.

Texto Adriana Luna

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