El 24 de agosto del 2004, pesando tres kilos 800 gramos, nació Dulce. Era la anhelada niña con la que sus padres querían completar la familia de cinco integrantes.
Dulce llegó con un regalo inesperado, el cromosoma 21.
“Me dijeron: le vemos unos rasgos de Síndrome de Down. Ahí ya fue cuando se me borró todo, ya no supe qué, nada más veía a la doctora que hablaba
y hablaba pero ya no supe nada. Lloré mucho”, recuerda Bertha Sandoval, madre de Dulce.
Fue un proceso bastante difícil, primero asimilar la noticia. Después enfrentar cualquier circunstancia para que la niña pudiera ser feliz. ¿Pero por dónde empezar?
Así, las terapias de estimulación se volvieron la prioridad. Dulce desde su llegada a la familia transformó todo el hogar y las rutinas.
“Nos tuvimos que hacer más fuertes con ella. Nos transformó, la verdad”, reconoce Jesús Reveles, padre de Dulce.
Cuando la familia iba asimilando la vida de su hija en medio del mundo de la discapacidad, ocurrió una tragedia. Entonces, Dulce tenía 4 años. La pequeña iba de la mano
de su madre por la avenida Tolsá (hoy Enrique Díaz de León), inesperadamente ambas fueron embestidas por un automóvil. ¡Lograron salvar sus vidas! Sin embargo, nuevamente
un médico les dio otra noticia, misma que volvió a sacudir a la familia: la madre de familia tenía fracturas en pelvis y cadera. Pero, a Dulce le tenían que amputar
su pierna-
“Si me hubieran dicho desde un principio que la niña iba a perder su piernita (un nudo en la garganta le impide seguir relatando). Yo le pedía mucho a Dios que me ayudara,
que le salvara su pierna. Pero yo creo, no tuve tiempo en pedirle o no sé. Primero nos la mandó con Down, y después, pierde una pierna”, continúa narrando Bertha, con voz entrecortada y lágrimas en los ojos.
Recuerda que cayó en una depresión tan profunda que pasaba días y días en cama, no deseaba ni tenía fuerzas para levantarse. Sin embargo, nadie imaginaba la lección de vida que la pequeñita le enseñaría a todos sus familiares. Sí, esa niñita que todos veían indefensa, sacó la casta y su resiliencia impactó a todos…
«No me podía levantar (de la cama). La niña yo la tenía conmigo, y de pronto, yo la veía en el piso. Entonces brincaba: ‘¡Ay, se cayó Dulce pero no me di cuenta!».
Pero de pronto, verla en el suelo se hizo recurrente. Entonces «yo misma la empecé a espiar. (Entonces supo que) ella sola ¡se bajaba de la cama!», recuerda su madre quien
entonces no podía superar la depresión. Sentía que le había fallado a su hija.
«No quería saber nada, estaba enojada con Dios, con todo mundo. Ahí comencé con mis terapias (psicológicas y físicas), porque yo no quería seguir tratamiento alguno.
Ya se me había acabado todo, pero Dulce me levantó. Yo me dije: si ella puede, se baja de la cama y no tiene un pie ¿por qué yo no? ¡Ella me levantó a mí, no yo a ella!. Dulce es
la fuerte!”, añade Bertha.
Mientras que Jesús, escucha con atención a su esposa y mientras ella intenta recuperarse del alud de recuerdos, él agrega: «fue cuando Bertha empieza a sonreír y
comienzan a levantarse las dos juntas. Las dos (necesitaban moverse) en sillas de ruedas, luego en muletas … Y las dos se van pa’arriba, para bien. ¡Ella es una niña
de cien y se pasa!”, suspira y sonríe orgulloso de su hija.
Han pasado unos 16 años de aquel accidente automovilístico. Ahora Dulce es toda una jovencita que va a la escuela, baila, canta, nada, pinta, cocina, juega fútbol y
basquetbol, se divierte con sus amigos. Ella tiene claro lo que sí tiene, es feliz y le saca ventaja a la vida. Ella misma nos explica que es feliz todos los días que
asiste a la escuela y sobre todo cuando juega futbol.
“Toda la vida ha nadado contra la corriente…Ha encontrado una filosofía de vida que es ejemplar para todos nosotros … Ella es de tiempo completo una guerrera desde que se levanta
hasta que se acuesta, está luchando con las complicaciones que la vida le ha puesto pero nunca deja de sonreír y generar a los demás esa alegría y empatía de vida”, nos comenta el director de la Escuela Córdica 21, especializada en la educación académica y de
superación personal para los niños que cuentan con el gen del amor.
Dulce vino a enseñarnos a todos lo que es retar a la vida. “Me enseñó que todo se puede”, finaliza Bertha.
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